En el barrio Melipal de Bariloche, donde la montaña se mezcla con el lago y el viento lleva olor a lenga, nació una idea que buscó unir moda y propósito ambiental. Tomás Mejía, fundador de la marca Trown, resume el espíritu de su empresa en una frase tan simple como poderosa: “Una gorra, un árbolâ€.
El concepto no es una metáfora: está incorporado literalmente al modelo de negocio. El costo del árbol nativo que se planta está incluido en el precio de cada gorra que venden. “Desde el nacimiento de Trown, la misión fue clara —explica Tomás—. No es que primero nació la marca y después pensamos cómo atarla a la sustentabilidad. El árbol está dentro del costo de la gorra, porque la marca nació con ese propósito medioambientalâ€.
A lo largo de los años, Trown dejó de ser solo una marca de gorras y se convirtió en una firma de “indumentaria sustentable 360”, comprometida con el uso responsable de materiales y procesos. “Trabajamos con algodón orgánico, tintes naturales que reducen el consumo de agua y plásticos reciclados para las estructuras inte as de las gorrasâ€, detalla en diálogo con Radio Con Vos Patagonia.
Pero el verdadero corazón del proyecto está lejos de los talleres de confección. Está en los bosques incendiados del Parque Nacional Nahuel Huapi, donde la empresa y su comunidad de voluntarios reforestan año a año.
“Acabamos de realizar la octava reforestación en el parque —cuenta Tomás—. el sábado estaremos plantando en el camping Viejo Manzano, en una zona que sufrió un incendio que quemó más de 6.500 hectáreas cerca del lago Steffenâ€.
Allí, entre troncos carbonizados y suelo seco, el gesto de plantar un árbol joven adquiere una carga simbólica difícil de medir. “Es muy significativo entrar a un bosque que tardó cientos de años en crecer y que se prendió fuego en quince minutos, e ir ahí con un árbol de dos años a devolverle vidaâ€, dice.
Una comunidad que se arremanga
El proyecto no se sostiene en discursos sino en manos que trabajan. Las jo adas de reforestación suelen convocar a decenas de voluntarios, aunque en esta edición decidieron reducir la escala para evitar un impacto negativo sobre el suelo. “En otras ocasiones llegamos a sumar 170 personas en un solo día —recuerda—. Pero este año preferimos hacer algo más acotado, porque el área es frágil. Si metemos mucha gente, terminamos generando más impacto del que ayudamosâ€.
“A pesar de la situación complicada del país, la gente sigue acompañando. Nos emociona ver voluntarios que destinan su sábado, su día libre, a venir a plantar árboles. Eso es lo que realmente importaâ€, reconoce.
La experiencia acumulada en ocho reforestaciones no solo fortaleció la comunidad, también afinó el conocimiento técnico. “Antes plantábamos con raíz desnuda —explica Tomás—, pero aprendimos que las plantas con pan de tierra sobreviven mucho más, porque se adaptan mejor al sueloâ€.
El trabajo se realiza junto a técnicos de Parques Nacionales, quienes definen qué especies se plantan y en qué zonas. “No podés llevar un ciprés de otro ecosistema —advierte—. Aunque todas sean especies nativas, tienen que compartir la misma identidad biológica del suelo. Aprendimos que no todo sirve en cualquier lugarâ€.
También hay que tener en cuenta el momento del año. “Ahora se viene el verano y las altas temperaturas. Es clave generar sombra, entender cómo plantar, cuidar cada detalleâ€, agrega.
La historia de Trown está atravesada por un sentido de pertenencia. “Bariloche es un lugar que todos amamos y queremos proteger —afirma—. Sabemos de la dificultad que atraviesa la región cada verano con los incendios forestales. Por eso creemos que es importante informar, pero también actuar. No podemos esperar que lo resuelva solo el Estado o una empresa. Cada uno tiene que aportar su granito de arenaâ€.
Esa visión comunitaria se traduce en un modelo participativo donde confluyen el Estado, el sector privado y los ciudadanos. “Me parece fundamental generar una comunidad que involucre a todos —dice—. Solo así podemos cuidar de verdad lo que nos rodeaâ€.
El legado que deja una semilla
En Trown, la reforestación se volvió más que una acción ambiental: es una forma de identidad colectiva. “Más allá de la marca, lo importante es lo que se lleva la gente —reflexiona Tomás—. Entender que gracias a este propósito puede ayudar, y que eso la convierte en un agente de cambioâ€.
Para él, el verdadero legado no está en los árboles plantados, sino en la conciencia que dejan. “Siempre decimos que el 1% es más que cero. Si además de plantar aprendemos algo para hacerlo mejor la próxima vez, ya estamos avanzando. Lo importante es no quedarse quietoâ€.
Con esa filosofía, Trown continúa tejiendo, árbol a árbol, una historia donde la moda se vuelve bosque, y la comunidad, raíz.
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