El pasado 4 de septiembre, una trágica avalancha en el Cerro López, uno de los destinos más emblemáticos de Bariloche, resultó en la muerte de Andrea Marshall y dejó a Augusto Gruttadauria sepultado bajo la nieve durante más de 11 horas. El incidente puso en foco la peligrosa combinación de imprudencia y condiciones climáticas extremas.
La secuencia de la tragedia
Un grupo de cuatro esquiadores comenzó su jo ada ascendiendo a pie desde la base del cerro, con la intención de alcanzar la cima y descender esquiando. Al llegar al Refugio Roca Negra, un guía de la Asociación Argentina de Guías de Montaña (AAGM) les advirtió sobre el alto riesgo de avalanchas en las zonas superiores, recomendando no continuar el ascenso. Sin embargo, tres de los esquiadores decidieron seguir adelante, ignorando las advertencias.
Las condiciones en el cerro López eran sumamente peligrosas. Una intensa tormenta de nieve que azotó la región entre el 1 y el 3 de septiembre había dejado acumulaciones de hasta 45 centímetros de nieve fresca en las zonas altas, creando capas inestables sobre la nieve más antigua. El Centro de Información de Avalanchas de Bariloche (CIAv) había emitido un boletín de peligro nivel 3 (considerable) para ese día, con la advertencia de evitar pendientes superiores a los 30 grados, especialmente en las orientaciones este y sureste, donde se produjo el accidente.
El grupo alcanzó el filo del cerro López y comenzó el descenso. Según el informe de la Comisión de Auxilio (CAX), el primer esquiador, que llevaba una tabla de snowboard, inició el descenso sin problemas. Sin embargo, cuando la esquiadora lo siguió, la situación se to ó crítica. Al pasar cerca del tercer esquiador, este provocó el desprendimiento de una placa de nieve, desencadenando una avalancha que lo arrastró y lo enterró parcialmente. La esquiadora, en un intento de socorrerlo, desató una segunda avalancha de mayor magnitud, que la arrastró a ella y al primer esquiador hasta el depósito final de nieve a 1.500 metros sobre el nivel del mar.
Un rescate en condiciones extremas
La avalancha, con un recorrido de aproximadamente 1.000 metros y una caída vertical de 500 metros, generó una nube de nieve que cruzó el valle, alertando a guías de montaña que se encontraban en la zona. Estos guías, dos de los cuales fueron coautores del informe, se dirigieron inmediatamente al lugar del siniestro para iniciar las tareas de rescate.
El rescate fue arduo y peligroso. Lograron desenterrar al primer esquiador, quien presentaba signos de hipotermia y estaba parcialmente enterrado, pero la esquiadora fue encontrada sin vida. La búsqueda del tercer miembro del grupo, que quedó sepultado cerca de la zona de inicio de la avalancha, tuvo que ser suspendida temporalmente durante la noche debido al riesgo de nuevas avalanchas y las difíciles condiciones del terreno.
Fue recién en la madrugada del 5 de septiembre, alrededor de las 3:50 horas, cuando uno de los guías recibió una llamada informando que el tercer esquiador había logrado contactar a la CAX. Semienterrado, con el torso expuesto y sufriendo de hipotermia severa, describió su ubicación con suficiente precisión como para que los rescatistas pudieran localizarlo y estabilizarlo antes de su traslado en helicóptero a la ciudad.
El accidente en el cerro López provocó un llamado a la reflexión sobre la importancia de respetar las advertencias de seguridad en la montaña. Los guías de montaña, que participaron en el rescate, lamentaron la pérdida y señalaron que “todas las muertes por avalanchas son eventos trágicos que deben analizarse para evitar que vuelvan a ocurrir”.
El informe de la CAX concluye con una advertencia contundente: las condiciones adversas en las montañas no deben subestimarse. La elección del grupo de descender simultáneamente una pendiente con alta inclinación, en un terreno complejo y con antecedentes de avalanchas mortales, fue un error que resultó fatal.













